Los festivales son esos eventos musicales en los que el estilismo ha terminado cobrando una importancia mastodóntica (al menos en algunos) y que, por tanto, requieren códigos de vestimenta determinados. Al menos, así se ha ido perfilando a lo largo de los años. Y no se trata tanto de la comodidad, que también, como de ciertas coordenadas que definen el festival en concreto : al igual que no es lo mismo el street style de Nueva York que el de París, las diferencias entre el Primavera Sound (por poner un ejemplo) y Coachella son más que patentes. Es este último el que ha alcanzado una fama mundial que ha provocado su transformación en cartel, que no visualmente: desde hace varios años, hay un uniforme Coachella que no varía por mucho que las tendencias cambien. Nadie parecía atreverse a poner el punto y a parte que, quizás, abra una nueva puerta, así que ha resultado más que llamativo que una de las primeras que propone una alternativa que podría calificarse como el ‘anti-look’ de Coachella 2019 haya sido Kendall Jenner. Curiosamente, gracias a unos zapatos.
Una de las primeras paradas de la modelo ha sido la casa Revolve, que ha conseguido convertirse en el epicentro de modelos, celebrities y prescriptoras de estilo en Indio. Las fiestas de la marca resultan, para muchos, imprescindibles, y ahí estuvo Jenner con un estilismo que, de entrada, pocos le hubiesen imaginado en Coachella: un vestido azul celeste con escote off the shoulders de cintura ajustada y fruncidos de House Of Harlow 1960, unos guantes largos con estampado de lunas en verde limón y unos botines tipo calcetín de tacón bajo del mismo tono. ¿El motivo de la sorpresa? Que nada de lo escogido por Kendall se ajusta a las características mayoritarias del festival: no hay flecos, no hay denim, no hay ni rastro del boho que allí sigue reinando. En cambio, hay cierto romanticismo, cierto espíritu naíf y un giro epatante en el calzado, que ha dejado de lado las zapatillas y los eternos botines cowboy para decantarse por otros que (casi) nadie habría imaginado pisando el evento californiano.
Este look habría sido suficiente para, con permiso de Hailey Baldwin, otorgarle el título de estilismo más inesperado del primer fin de semana del festival, pero sí, hay otro. Por la noche, Kendall cambió el vestido por un conjunto de shorts bombachos y camisa semitransparente y abullonada en un impoluto blanco: ahí está otra vez la sorpresa. Quizás la camisa podría haberse mimetizado con el ambiente coachellero si hubiese estado conjugada con otras piezas, pero el cambio de material y forma en la parte inferior hizo que un ligero regusto sofisticado (al menos teniendo en cuenta que el casual es la tónica dominante en el resto) fuese ineludible. Y en ello volvieron a influir los zapatos, unos _mule_s de tacón medio y cuadrado cuajados de purpurina plateada. Tal cual.
Con unos botines verde limón y unos zapatos glitter, Kendall ha conseguido que los ecos cowboy y los destellos holográficos pasen a un segundo plano. ¿Estaremos ante el inicio de un nuevo dress code en Coachella?
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