10k, solo para runners: machismo, reflexión y avatares del running terapéutico
Dramaturgia: Esteban Mizrahi / Actuación: Emiliano Díaz / Luces: Paula Fraga / Coreografía: Manuco Firmani / Dirección: Germán Rodríguez / Sala: Sigue la Polilla, Castro Barros 874 / Funciones: sábados, a las 21 / Duración: 50 minutos / Nuestra opinión: buena
Mientras el cielo y la luz del sol se filtran por los árboles, el corredor pasa. Mente en blanco, la respiración manda, el dolor no existe y la llegada es una señal. No hay que perder el foco en medio del ejército de pulsiones que marchan hacia el logro de los diez kilómetros en 45 minutos, el tiempo real en que los espectadores siguen la carrera de Pablo, desde la elongación previa hasta el relajamiento final.
Fondo negro, piso al ras de la platea muy próxima al andarivel por donde transita el único protagonista de 10K. Solo para runners, opera prima del filósofo Esteban Mizrahi, el primer unipersonal de Emiliano Díaz y tercera dirección de Germán Rodríguez, el actor y coautor de Rodando, junto con Alejandro Acobino.
¿En qué piensan los que abrazan el running terapéutico? Pablo es un ingeniero comercial desocupado, divorciado y padre de dos hijas. Durante la carrera, su conciencia fluye y se posa en la variedad de culos que lo preceden, en el ritmo de los competidores, en la música de auriculares ajenos. Cuando trata de cortar la recepción de estímulos, llegan los recuerdos y con ellos, las frustraciones laborales y sexuales, los pases de factura con la ex y el resentimiento por un sistema tan injusto como la historia de la humanidad. En Pablo, conviven la enciclopédica reflexión política con los lugares comunes del machismo, revoltijo en el que la culpa siempre reside en la impunidad de los ricos y la oscuridad de las mujeres. Corazón de (cierta) clase media, la contradicción entre deseos y crítica quedará en la superficie ni bien aparezca alguna oportunidad para la salvación personal.
Kilómetro a kilómetro, etapa por etapa, la iluminación crea climas por los que transita la mente y el cuerpo de un tipo que quiere llegar. Gran performance de Díaz, que trota, flexiona, respira y suda, habla con el celular que lleva en el brazo, toma agua (la botellita es el único objeto en escena) y con una tiza dibuja en el fondo negro la pirámide de ascenso y caída popular en la Revolución Francesa, insólito momento en que el actor se sale del tiempo de la carrera para ilustrar un análisis filosófico tal vez no demasiado verosímil con este personaje que cita al Evangelio y cree que "los caminos del Señor son insondables". En su propia conducta queda realizada la mejor de las demostraciones: el running como metáfora de "la vida misma", esa tensión entre ganar y resistir.
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