Palomas a raya

Ana Pobes
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La parroquia de Nuestra Señora de la Asunción recurre a la cetrería y a las trampas jaulas para controlar la población de palomas • En tres meses, se han capturado unos 450 ejemplares

Varias palomas en una de las estructuras de la parroquia de Nuestra Señora de la Asunción de Miguelturra. / - Foto: RUEDA VILLAVERDE

Simbolizan la paz y forman parte del paisaje urbano, pero en muchas ciudades las palomas se convierten en una plaga difícil de combatir. Viven en el lugar que anidan y se reproducen en muy poco tiempo, por lo que en ocasiones se pueden llegar a contar por centenares en un mismo lugar. Es el caso de la parroquia de Nuestra Señora de la Asunción de Miguelturra, donde la presencia de numerosas palomas ha obligado a sus responsables a adaptar medidas para evitar los daños que los excrementos de estas aves estaban ocasionando en la torre y en la estructura de los tejados del templo.

 «Ante una situación insostenible», tal y como comentó el párroco José Manuel Llario, se optó por contratar a una empresa de control de fauna para disminuir la población de palomas que anidaban en las cubiertas de la iglesia y en los inmuebles de la plaza de la Constitución. En tres meses, la empresa Gold Falconry ha logrado capturar más de 400 palomas a través del una jaula trampa y el uso de la cetrería con halcones para espantar a las más de 600 aves que ‘vivían’ en la iglesia. Ahora el objetivo, según los responsables de la empresa Rubén Olvera y Luis Guijarro, es reducir la población a tan solo 50. A partir de entonces, explican, se realizará «un trabajo de mantenimiento».

Ante la imposibilidad de instalar jaulas trampa en la misma fachada por petición de los vecinos, quienes «se opusieron a ver estas cajas en el exterior», y con el fin de preservar el patrimonio, se buscó otra alternativa. Así, como jaula trampa se emplea una pequeña ventana con salida a una especie de antiguo palomar instalado en la propia iglesia. Ahí, las palomas permanecerán hasta que Olvera y Guijarro las retiren para destinarlas a la cetrería o al tiro con pichón, mientras «a las que no se les puede dar ningún uso, la ley exige incinerarlas», explican.

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