Sábado, mayo 4, 2024

El artista Abraham Cruzvillegas crea sus propias casas en el Museo Amparo

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“Mis obras no son una apología a la pobreza”, advirtió el artista Abraham Cruzvillegas (Ciudad de México, 1968) antes de mostrar las más de 30 piezas, entre esculturas e instalaciones, que se exhiben desde este fin de semana en las galerías temporales del Museo Amparo –2 Sur 708– como parte de la muestra Autoconstrucción.

El conjunto de piezas, explicó, refieren a las casas –las favelas, las villa miseria, las shanty town, las ciudades perdidas– que son construidas por los hombres para su propio uso, como resultado de la “desigual repartición de la riqueza” y como ejemplo del esfuerzo de los “desclasados”, como decía su padre en referencia de aquellos que no han tenido derecho “ni a una lucha de clases”.

La exhibición que fue curada por la estadounidense Clara Kim, dijo Cruzvillegas, representa más bien las necesidades que tiene como artista para “respirar y existir”, para hacerse preguntas, para tratar de entender  y saber que no logrará su cometido.

“Las obras –reiteró– son preguntas, no mensajes, son una forma de compartir, algo que hago echándolas a andar en el espacio, como dinámicas compartidas”.

Como ejemplo, es la instalación/escultura hecha ex professo para el Museo Amparo que se ubica en uno de sus patios. Es la pieza “Reconstrucción del retrato de mi gemelo cholulteca, perdido por siglos en los lodazales de Cladh Hallan, con un simultáneo parecido a Germán List Arzubide y a Vicente Lombardo Toledano, pero con dos botellas de coñac” (2014), que realizó en coordinación con un grupo de estudiantes de diversas instituciones que cursan la carrera de Arte en Puebla.

En ella, como en las demás piezas, un cúmulo de materiales y objetos –piedras, cubetas, botes, pedazos de metal y madera– se apilan, se acomodan vertical y horizontalmente, a veces sobreponiéndose unos encima de otros, otras veces dejándose sueltos y abiertos en el espacio y en su lectura.

Cada una, señaló su creador, conforman un “caos que tiene un sistema” y representan su “modo de pensar rizomático” propio que “va por donde tiene que ir, sin lógica alguna”.

Precisamente, sobre los materiales, Abraham Cruzvillegas dijo que lo escogen, “porque creo es algo que tiene que ver con un deseo de animismo, en el que cada uno reclama mi atención y yo trato de escucharlos, reflexionando sobre lo propio y generando dinámicas, en la idea de que ningún material debe ser excluido de la obra de arte”.

 

Una autoconstrucción solidaria, optimista, feliz, entusiasta…

 

Durante una rueda de prensa Abraham Cruzvillegas explicó que si bien el creció en un ambiente de “autoconstrucción”, puesto que habitó con su familia en una de estas “ciudades perdidas” en la Ciudad de México, la exposición no ilustra su historia personal.

“En realidad, del fenómeno me interesan las causas del por qué una familia tiene que ir a invadir un terreno para tener un refugio, y lo digo sin el menor ánimo dramático sino para entender que se debe a la desigual distribución de la riqueza”, confió en el auditorio del Museo Amparo.

Contó que él nació, creció y vivió hasta sus 22 años en el Ajusco –“que no es el cerro”–, sino en una colonia que se ubica en los Pedregales de Coyoacán, entre el estadio Azteca y Ciudad Universitaria, que a partir de los años 60 recibió a cientos de personas provenientes del campo que buscaban la “panacea del sueño de la modernidad”.

Más que la pobreza, señaló Abraham Cruzvillegas, a él lo forjó la solidaridad y un proceso ideológico particular representado en las amas de casa que se convirtieron en activistas incansables que reclamaron tierra y educación, vías y electricidad, en un proceso que no sería dramático sino optimista, feliz y entusiasta a pesar del autoritarismo de la época.

“Mi trabajo como escultor es activar las dinámicas de la autoconstrucción como un proceso análogo de la construcción de la identidad que es algo continuo, que es un proceso inacabado que las construye y las transforma, que siguen una función concreta aun cuando son caóticas o desmadrosas.

“Las esculturas no son casas sino dinámicas de la autoconstrucción. En ellas se apilan, se organizan, se entienden las formas que no tienen explicación hasta que se usan, se unen, como remendándose”.

Enfatizó que la pobreza no se puede idealizar sobre todo cuando el devenir del país “es un desastre y una injustica, como lo es cuando un gobierno asesina a sus estudiantes”.

“En mis obras –concluyó– hay complicidad, un guiño de ojo para generar cosas juntos y hacer que el optimismo nunca concluya”.

 

Películas, canciones y obras de teatro de autoconstrucción

 

Además de las 30 esculturas, el proyecto trabajado al lado de Clara Kim, curadora en jefe del Walker Art Center de Minneapolis, Minnesota, lugar donde se exhibió por primera vez la actual producción de Abraham Cruzvillegas, a la exposición Autoconstrucción la integran una película documental, una obra de teatro y música original.

Ello, porque para el artista su trabajo es una autoconstrucción continúa, un proceso de aprendizaje que le lleva a “acercarse desde distintos flancos”.

Explicó que el filme comisionado por Kim es “un retrato abstracto con sexo real que lleva a visualizar el momento en que fui concebido, un momento de amor infinito de quienes no tienen nada en un contexto de necesidad pero de optimismo”.

En el caso de la obra de teatro, Cruzvillegas refirió que se realizó en la colaboración con 19 artistas que aportaron ideas escenográficas; mientras que sobre la música mencionó que se trata de una partitura sobre personajes reales con los que convivió en el Ajusco, misma que fue hecha por compositores de Glasgow, Escocia.

Destaca que paralelo a la exposición del Museo Amparo Autoconstrucción se mostrará en el Museo Jumex en la Ciudad de México, acompañadas del catálogo editado por el Walker Art Center, con textos escritos especialmente para la muestra de la pluma de Patricia Falguieres, Sergio González Rodríguez, Catalina Lozano, David Miranda, Verónica Gerber Bicecci, la curadora Clara Kim y el artista.

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