Usted está aquí: martes 22 de noviembre de 2005 Opinión Sida y guerra contra el terrorismo

Editorial

Sida y guerra contra el terrorismo

De acuerdo con un recuento del gobierno de Estados Unidos (A Chronology of Significant International Terrorism for 2004, National Counterterrorism Center, abril de 2005), el año pasado el "terrorismo" ­saco en el que Washington coloca casi cualquier grupo que vaya contra sus intereses­ provocó mil 907 decesos en 651 ataques, mientras el número total de víctimas, entre muertos, heridos y secuestrados, fue de 9 mil 321.

La cifra es dudosa y discutible, no sólo porque en ella se incluyen, por ejemplo, bajas y afectados por la insurgencia iraquí, atentados dinamiteros en el Pacífico, acciones de resistencia palestina y lesionados y muertos por la violencia colombiana, sino porque no toma en cuenta a miles de civiles asesinados por el terrorismo de Estado que practican, entre otros, el propio gobierno estadunidense en Afganistán e Irak, el israelí en territorios palestinos ocupados y el ruso en Chechenia.

Pero incluso si la cifra oficial de Washington se diera por buena y se multiplicara por 10, el saldo del "terrorismo internacional" seguiría por debajo de los estragos de la epidemia mundial de sida: más de 3 millones de muertos este año, entre ellos 500 mil niños, y un total global de infectados de VIH que supera 40 millones, de acuerdo con un reciente informe del Programa de las Naciones Unidas para el Sida (Onusida) y la Organización Mundial de la Salud (OMS), divulgado ayer en 19 ciudades de otros tantos países.

De acuerdo con el documento, la epidemia sigue siendo una amenaza acuciante que, en muchos sentidos, se ha agravado en los 12 meses recientes. En Europa oriental y Asia central las infecciones de VIH se incrementaron 25 por ciento y la tendencia general en la transmisión del virus no deja de aumentar. En casos de extrema gravedad, particularmente en el Africa subsahariana (Kenia, Zimbabue, Burkina Faso), se ha logrado reducir en unos dígitos la tasa de infección, se ha comprobado la eficacia de las campañas de educación y prevención, y se ha logrado mejorar la distribución de antirretrovirales en las poblaciones afectadas, con lo cual, a decir del Onusida, fueron evitadas entre 250 mil y 350 mil muertes, aunque al mismo tiempo se corrobora la relación directa entre pobreza y avance de la epidemia. Por ejemplo, la transmisión materno infantil del VIH ha sido prácticamente erradicada en países industrializados, pero sigue presente en gran escala en este continente.

Algunos aspectos del informe resultan particularmente preocupantes para México, como el incremento del número de personas que viven con VIH en nuestro hemisferio y la alta prevalencia de infección que se presenta en Centroamérica, particularmente en Belice, Guatemala y Honduras.

En términos generales, a decir de Peter Piot, director del Onusida, "la epidemia sigue superando los esfuerzos mundiales y nacionales para contenerla" y "se necesita ampliar con urgencia el alcance de los programas de prevención". El funcionario destacó, asimismo, que se "debe pasar de pequeños proyectos con horizontes a corto plazo a estrategias integrales de largo plazo". Nina Ferenci, portavoz del organismo internacional, dijo por su parte que "para detener la epidemia será necesario mayor compromiso de gobiernos y comunidades". De su lado, el director general de la OMS, Lee Jong-Wook, señaló que ahora pueden verse con claridad las ventajas de "ampliar progresivamente la prevención y tratamiento del VIH de forma conjunta y no con intervenciones independientes".

Tales palabras recuerdan las amargas críticas de julio del año pasado formuladas por el secretario general de la ONU, Kofi Annan, al gobierno de George W. Bush por no canalizar los fondos prometidos a los esfuerzos internacionales contra el sida y reservarlos, en cambio, a los programas estadunidenses, distorsionados por las posturas moralinas que imperan en la Casa Blanca, donde se prefiere ­en concordancia con el fundamentalismo cristiano de su ocupante­ predicar la abstención sexual que orientar sobre el uso de preservativos.

En aquella ocasión ­en la conferencia sobre sida realizada en Tailandia­, Annan deploró que Washington siguiera gastando centenares de miles de millones de dólares en su "guerra contra el terrorismo" y se negara a aportar a la comunidad internacional los fondos necesarios ­10 mil millones de dólares­ para enfrentar la epidemia. Por desgracia, el panorama no ha cambiado mucho desde entonces, y el gobierno del país más poderoso de la Tierra sigue empecinado en trastocar un orden de prioridades que, de acuerdo con sus propias cifras de muertes, debiera resultar evidente.

 
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