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LOS VIAJES DE COLÓN

Posted by on 10 febrero, 2011

Ya hemos visto como Castilla y Portugal iniciaron la exploración del Océano Atlántico durante el siglo XV. En busca de las especias, los portugueses pretendían llegar a las Indias (India, China, Japón), por el este, bordeando el continente africano, y rechazaron la propuesta de Cristóbal Colón de hacerlo por el oeste a través del entonces misterioso e inexplorado Océano Atlántico. Los portugueses pensaban, con razón, que los cálculos de Colón estaban mal hechos y que el camino era mucho más largo por el oeste.

Durante la guerra de conquista de Granada, Colón presentó su proyecto a los Reyes Católicos, quienes al principio no le prestaron mucha atención, aunque finalmente terminaron por firmar con Colón las Capitulaciones de Santa Fe en abril de 1942, al otro día de la toma de Granada. Este documento es una especie de acuerdo privado entre los Reyes y Colón, según el cual Colón explotaría personalmente los territorios que pudiera descubrir (algo que luego no se respetó). ¿Cómo se logró armar la expedición?.

Con la ayuda de dos ricos armadores de Palos, Martín Alonso Pinzón y su hermano Vicente Yañez Pinzón –quienes  suplieron parte de los gastos de la expedición- las tres carabelas estaban listas para partir hacia fines de julio. Colón eligió la Santa María, que era la mayor de ellas, y la única que tenía cubierta. Martín Alonso Pinzón se embarcó en la segunda, llamada la Pinta, y su hermano Vicente fue reconocido por capitán de la tercera, nombrada la Niña. Esta pequeña escuadrilla contaba con noventa marineros y algunos empleados de la Corona que elevaban a ciento veinte el número total del emprendimiento.

Al amanecer del viernes 3 de agosto de 1492, el pueblo de Palos acompañó con un profundo sentimiento la partida de una expedición de la que sólo esperaba desgracias.

El comienzo no fue alentador, las naves, que no estaban preparadas para semejante travesía, sufrieron roturas que obligaron al desembarco en las Islas Canarias para reparar el daño. La escuadrilla salió al fin de la isla Gomera el 9 de septiembre. Los marineros, acostumbrados a navegar teniendo siempre como referencia la costa, comenzaron a inquietarse cuando esta se perdió de vista. Era tarde para arrepentimientos. Colón, para mitigar tanta incertidumbre, realizaba a diario dos apuntes de navegación, uno exacto que guardaba para sí, y otro equivocado en el que señalaba una distancia menor que la que habían recorrido cada día. Éste era el único que podía consultar la tripulación.

El 13 de septiembre la brújula cambió de dirección. Ya no se dirigía hacia la estrella polar, sino hacia el noroeste. Colón debió aplacar los ánimos intentando ensayar alguna respuesta. Su prestigio lo ayudó en el convencimiento. Los vientos alisios[1] favorecieron la navegación, de manera tal que muy rara vez fue necesario mudar alguna vela. Sin embargo la navegación se prolongaba, y el descontento a bordo aumentaba. En su desesperación, pensaron que estaban autorizados para obligar a Colón a regresar a España. Fue allí donde apareció la dimensión de líder del almirante, quien logró calmar los ánimos y hacer renacer en el corazón de su tripulación las esperanzas ya sepultadas.

Los primeros indicios de tierra se hacían ver. Bandadas de pájaros surcaban los cielos. Martín Pinzón pidió a Colón que dirigiese sus naves hacia el punto de donde parecían provenir las aves. “El vuelo de esas aves –decía el capitán- es una inspiración que me alumbra y me muestra el camino que debemos seguir.” Colón siguió su consejo, y la escuadrilla viró un poco hacia el sur, desviación sin la cual los españoles habrían llegado a la Florida.

Un mes había transcurrido y los signos de tierra próxima se hicieron más frecuentes. El 11 de octubre se vio un junco verde cerca de la Santa María; los marineros de la Pinta divisaron un madero labrado; los de la Niña sacaron una rama de árbol con frutas frescas; las nubes tenían un aspecto distinto y el aire era más suave y caliente. El rumbo fue cambiado hacia el oeste, y a las 10 de la noche se creyó distinguir a lo lejos un punto luminoso. Pocas horas más tarde se oyó gritar ¡Tierra! ¡Tierra! Desde la Pinta. El primero que la había avistado era un marinero llamado Rodrigo Berguemo, oriundo de Triana, en los alrededores de Sevilla. Era el amanecer del 12 de octubre de 1492 cuando se vió claramente una isla llana, cubierta de bosques y regada por arroyos. Un Te Deum fue entonado y Colón ordenó echar el ancla a una legua de tierra firme. Vestido con su más rico traje y portando el estandarte real, el almirante bajó a tierra en una chalupa, acompañado de una numerosa comitiva.

Grabado que representa el desembarco de Colón en Guanahaní.

Habían pasado 33 interminables días desde que se había zarpado en Palos. Los naturales llamaban Guanahaní a aquella isla, Colón le dio el nombre de San Salvador. La expedición que se dirigía a la India, había encontrado en su camino un nuevo continente que después sería denominado América en honor del cartógrafo Américo Vespucio. Hoy, la mayoría considera que fue la isla de Wadlings, en las Bahamas, a la que arribó Colón.

“A las dos horas después de media noche apareció la tierra, de la cual estarían a dos leguas. Amainaron todas las velas,[…] llegaron a una isleta de los lucayos, que se llamaba Guanahaní. Luego vieron gente desnuda, y el almirante salió a tierra en la barca armada, y Martín Alonso Pinzón y Vicente Anes, su hermano, que era capitán de la Niña. Sacó el almirante la bandera real y los capitanes con dos banderas de la Cruz Verde, que llevaba el almirante en todos los navíos por seña, con una F y una I, encima de cada letra su corona. […] El almirante llamó a los dos capitanes y a los demás que saltaron en tierra, y a Rodrigo de Escobedo, escribano de toda la armada, […], y dijo que le diesen por fe y testimonio cómo él por ante todos tomaba, como de hecho tomó, posesión de la dicha isla por el rey y por la reina sus señores, […]”.[2]

Los españoles recorrieron la isla y quedaron admirados de la fertilidad de su suelo, pero no encontraron señales de cultivo ni de las riquezas que esperaban encontrar. Del 14 al 24 de octubre, descubrió diversas islas al occidente de aquella. Visitó la de Acklin, que llamó Concepción, la Crocked, que llamó Isabela y una angosta y larga faja de tierra llamada ahora Long Island, a la que le dio el nombre de Fernandina.

Dirigido al sur, el 28 de octubre llegó a Cuba, que denominó Juana. Los españoles encontraron algunas culturas mas desarrolladas, que vivían en aldeas de hasta mil personas y que trabajaban la tierra. Pero el oro no aparecía. Hasta que supieron de una isla grande en la que se lo podía encontrar en abundancia. Martín Pinzón, que mandaba la Pinta, deseoso de tomar tales tesoros, se separó de la escuadrilla. La deserción descolocó a Colón, quien arribó a Haití el 5 de diciembre. Allí entró en tratos con los naturales, los que le informaron que el oro abundaba en Cibao, un poco más al este. En plena travesía, el 24 de diciembre la Santa María chocó contra un escollo, abriendo su quilla.

La situación era desesperante, por cuanto la escuadrilla se había reducido a una sola nave, la Niña. Decidido, Colón mandó construir un fortín, cavar un foso y levantar parapetos en los que fueron colocados los cañones salvados del naufragio. La fortaleza fue llamada Navidad, y quedaron en ella cuarenta españoles, a las órdenes de Diego de Arana.

Colón embarcó muchos isleños y aquellos productos que podían ser objeto de comercio o de curiosidad, y partió el 4 de enero de 1493. En su camino encontró a la Pinta. Pinzón, luego de recorrer el archipiélago, estaba perdido en aquellas aguas. Colón fingió creer las excusas del capitán desertor, y con ambas naves emprendió el regreso a España. El viaje fue tranquilo hasta llegar a las Azores, donde sobrevino una fuerte tormenta (12-15 de febrero) que forzó a la Pinta a separarse del almirante y arribar a Bayona (Pontevedra). Otra tempestad, cerca de Lisboa (4 de marzo) obligó al descubridor a desembarcar en Portugal. Colón se apresuró a escribir a los monarcas de España y a pedir al rey de Portugal permiso para desembarcar en Lisboa, a lo que Juan II accedió. El 15 de marzo, don Cristóbal, al mando de la Niña, entraba triunfal en Palos. Martín Alonso lo hacía con la carabela Pinta pocas horas después. Llegaba muy enfermo, y a los pocos días murió.

Colón recibido por los Reyes Católicos. Cuadro de Francisco Jover. Museo de América, Madrid.

Los reyes se encontraban en Barcelona. El Almirante recogió en el camino los mas brillantes testimonios de la admiración pública, e hizo en Barcelona una entrada triunfal. Colón quiso arrodillarse ante la presencia de la pareja real, quienes le mandaron que se sentara en su presencia. Fernando confirmó a Colón en todos sus privilegios y la reina le permitió que usara en su escudo las armas de Castilla y de León, con otros emblemas alusivos a sus descubrimientos.

LA PELEA POR LAS POSESIONES ULTRAMARINAS

¿Los territorios descubiertos eran parte de un nuevo mundo?, ¿o pertenecían al mundo conocido? Colón estaba convencido de haber llegado a la extremidad oriental de Asia. Cibao, según él, era el Cipango (Japón) de los geógrafos medievales. Y Cuba, o Cubagan, formaba parte del continente, y era el Catay (China). Para los europeos las tierras exploradas eran las narradas dos siglos antes por Marco Polo.

Aquí surgió una nueva dificultad, porque años atrás el Papa había concedido a los portugueses la prioridad de los países que descubrieran. ¿Qué sucedería con los nuevos descubrimientos? Los reyes españoles recurrieron al pontífice para obtener la soberanía de sus futuras conquistas. En esa época, el papa era Alejandro VI, español de nacimiento, y con una ligazón política con el rey Fernando. A efecto de solucionar futuras disputas, redactó una bula que establecía una línea de demarcación de un polo a otro, a cien leguas al oeste de las islas Azores. Para los españoles era las tierras conquistadas al oeste de esta línea, para los portugueses las tierras al oriente.

El rey portugués no aceptó tal división. La solución fue encontrada en el Tratado de Tordesillas (7/6/1494), que estableció una nueva línea demarcatoria a 370 leguas al occidente de las Azores.

SEGUNDO VIAJE DE COLÓN

Los preparativos para el nuevo emprendimiento duraron cinco meses. Se aprestaron 17 naves y se convocaron a 1500 personas. Nobles en busca de riquezas, artesanos, herreros, algunos caballos, vacas, ovejas, herramientas, semillas varias, víveres y demás objetos necesarios para el establecimiento de una nueva ciudad. Un monje benedictino, el fray Fernando Boil, fue puesto a disposición de Colón por los monarcas. Iría también el hermano menor del almirante, don Diego Colón.

El 25 de septiembre de 1493, el almirante zarpó de Cádiz. Al salir de las Canarias,  puso rumbo más al sur que en el primer viaje para llegar al paraje que denominó la entrada de las Indias, en las pequeñas Antillas. Después de descubrir la isla de Puerto Rico, llegó hasta el fuerte de la Navidad y comprobó que había sido destruido y los españoles muertos. Los naturales refirieron a Colón lo que había pasado. Los españoles, con sus excesos, habían perdido el respeto de los isleños, provocando su rabia. Aquellos que no fueron muertos por órdenes del cacique de Cibao, se arrojaron al mar y perecieron ahogados. Colón se opuso a una venganza. Sabía que necesitaría de los naturales para la búsqueda de oro.

Fundó la primera ciudad de América, la Isabela. Recorrió la costa sur de Cuba, llegó a Jamaica (14 de mayo), y a finales de 1494 descubría América del Sur (Cumaná), aunque lo ocultó hasta el tercer viaje. Comenzaba el poblamiento de La Española y las diferencias entre españoles y los levantamientos de los indios comenzaban a hacerse notorias. Los españoles se quejaban de los trabajos a los que los obligaba Colón en la nueva ciudad, sin hacer distingo de rangos y cunas.

En marzo de 1495, se produjo el primer enfrentamiento militar entre naturales y españoles.. La superioridad de las armas y la disciplina europea decidió el triunfo. Los isleños prisioneros fueron reducidos a la esclavitud. Un tributo en oro y algodón se les fue impuesto. Acostumbrados a la ociosidad, no se adecuaban al terrible trabajo en las minas. Muchos escapaban y vagaban por las islas. Perseguidos e imposibilitados de cazar o pescar, el hambre y las enfermedades los diezmaron. El cronista Herrera afirmaba que hacia 1496, la tercera parte de su población había sido diezmada.
A partir de 1495 empezaba el desprestigio del Nuevo Mundo, siendo el grito más escuchado entre españoles: «Así Dios me lleve a Castilla». Tras tres meses de navegación, el 11 de junio de 1496 arribó a Cádiz con la intención de contrarrestar la mala propaganda de las Indias. Llegaba vestido con un sayal de fraile franciscano.

EL TERCER VIAJE

Costó mucho organizar la tercera flota colombina. Las Indias ya no atraían tanto y faltaban tripulantes. Ocho navíos y 226 tripulantes componían la flota, que dejó Sanlúcar de Barrameda entre febrero y el 30 de mayo de 1498. Se dispuso que hubiese siempre en la Española trecientos treinta hombres a sueldo, dándose licencia para pasar a las Indias a todos los que quisieran hacerlo. Pero el descrédito de la colonia era tal, que malhechores fueron convocados para completar las tripulaciones.

Los reyes autorizaron el reparto de tierras entre los colonos, reservando para la corona el oro, la plata y cualquier otro metal. Le confirmaron los privilegios a Colón y le permitieron establecer un mayorazgo que pasase a sus herederos con sus títulos de nobleza. A su hermano Bartolomé se le dio el título real de adelantado.

Desde Canarias, siguió a Cabo Verde y una latitud más al sur que las anteriores navegaciones, lo que le hizo sufrir una zona de calmas. Descubrió la isla de Trinidad; recorrió la costa de Paria, donde situó solemnemente el entorno del Paraíso Terrenal. Camino de La Española divisó la isla Margarita, donde se pescaban las perlas, para llegar el 20 de agosto a la nueva capital de las Indias, Santo Domingo.
La situación en que encontró a la colonia era grave: la mayoría de los españoles, encabezados por Francisco Roldán, se había rebelado contra la autoridad de los Colón. La llegada del virrey no resolvió el problema. Las quejas contra la familia Colón, agravadas con algún que otro proceder dudoso del Almirante, como ocultar el criadero de perlas de Margarita y Cubagua, llegaron a la corte y los reyes decidieron destituirlo. El 23 de agosto de 1500, Francisco de Bobadilla entraba en el puerto de Santo Domingo para sustituir al virrey y gobernador. Hubo cierta resistencia por parte de los Colón, lo que explica algo la dureza de Bobadilla. A primeros de octubre de 1500, Cristóbal, Bartolomé y Diego Colón regresaban a España cargados de cadenas.

Arresto de Colón por Bobadilla. Grabado coloreado siglo XVI

Las carabelas entraron en Cádiz el 25 de noviembre. La noticia de que Colón volvía encadenado, despertó en todas partes la más viva indignación. Los reyes se hicieron eco del clamor popular. No sólo dieron la orden de poner en libertad a Colón, sino que lo llamaron a Granada, en donde se hallaba la corte. El 17 de diciembre, Colón se arrojó a los pies de los reyes, sin poder contener el llanto.

CUARTO y ÚLTIMO VIAJE

El almirante fue desagraviado, pero a pesar de las promesas reales, no lo repusieron en sus oficios perdidos. Prometieron que lo harían, mientras le encargaban el cuarto viaje, preocupados por los nuevos descubrimientos portugueses (Brasil). Con cuatro navíos y 150 hombres partió de Cádiz el 11 de mayo de 1502. El objetivo era encontrar un paso que permitiera llegar a la Especiería ya que Colón seguía creyendo que la zona antillana era la antesala de Asia. Para atravesar el Océano, siguió una ruta parecida al segundo viaje. Llevaba orden de no detenerse en Santo Domingo. Atravesó el Caribe hasta el cabo de Honduras; siguió hasta el de Gracias a Dios y recorrió la costa de Panamá. No encontró lo que buscaba: ni paso, ni oro, ni especias, pero en cambio sí tuvo muchas penalidades y sufrió la pérdida de dos barcos. El 1 de mayo de 1503 ponía rumbo a La Española, pero se vio obligado a recalar en Jamaica, en la bahía de Santa Ana, donde tuvo que encallar los dos barcos y esperar. La hazaña de Diego Méndez y Bartolomé Fiesco logrando llegar en dos canoas desde Jamaica a La Española logró salvarlos. El 28 de junio de 1504, dejaban Jamaica y el 12 de septiembre, en dos navíos, se dirigían a España. Después de arribar a Sanlúcar de Barrameda el 7 de noviembre de 1504, fracasado y enfermo, siguió hasta la corte y reclamó infructuosamente sus derechos. Murió el 20 de mayo de 1506 en Valladolid. Sus últimas palabras fueron: “En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu”. Su cadáver fue sepultado en el convento de san Francisco de Valladolid, con gran pompa, y trasladado seis años después a la Cartuja de Sevilla, donde Fernando le hizo erigir un mausoleo con el siguiente epitafio: A Castilla y a León. Nuevo Mundo dio Colón.

En 1536, sus cenizas fueron trasladadas a Santo Domingo, y en 1795 fueron llevadas a La Habana en una caja de plata.

¿Le pusieron su nombre al continente descubierto?

¿Y Colón?

BIBLIOGRAFIA CONSULTADA

BARROS ARANA, D., Compendio de Historia de América, Cabaut y Cia. editores.


[1] Soplan de manera relativamente constante en verano (hemisferio norte). Circulan entre los trópicos, desde los 30-35º de latitud hacia el ecuador. El movimiento de rotación de la Tierra desvía a los alisios hacia el oeste, y por ello soplan del nordeste al sudoeste en el hemisferio norte y del sudeste hacia el noroeste en el hemisferio sur. Las épocas en las que los alisios soplan con menor intensidad constituían un peligro para los primeros viajes veleros hacia el continente americano formándose épocas de calma del viento que impedían avanzar a los veleros. http://es.wikipedia.org/wiki/Vientos_alisios

[2] CRISTÓBAL COLÓN, Diario del primer viaje. Citado en Biografía de España. Fernando García de Cortázar. Círculo de Lectores. 1998.Página 184.

IMÁGEN 2/3/4. Gran Enciclopedia Temática Plaza, Plaza & Janés, Tomo II, Barcelona, 1989, pág. 257 – 259 – 260.

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