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Línea 1 del Metro: el día que México se puso a la vanguardia

La perforación del subsuelo de la ciudad de México permitió el hallazgo de valiosas piezas arqueológicas, movilizó a centenares de personas en busca de “tesoros enterrados”, despertó la inquietud de los capitalinos y sirvió para mejorar sistemas viales y repavimentación de calles y avenidas

Roberto Rodríguez Rebollo / Fotografías: Archivo, Excélsior | 01-07-2022

La primera línea del transporte de trenes subterráneos de la capital, el metro, comenzó a construirse en junio de 1967 cuya inversión inicial fue de 1500 millones de pesos mediante un financiamiento directo.

Se proyectó la inauguración antes del comienzo del mundial de futbol de México 1970 como parte de la infraestructura requerida por los organismos internacionales para la realización de uno de los máximos eventos deportivos a nivel internacional.

 

 

La obra se ejecutó directamente por el entonces Departamento del Distrito Federal, y contribuyó a resolver los problemas de movilidad en la ciudad. Se tenía prevista la entrada en servicio de las líneas 1, 2 y 3 con 50 trenes a finales de 1970.

PROYECTO Y ANUNCIO

El anuncio oficial se dio el 16 de junio de 1967, se mencionó la construcción de las tres primeras líneas del Sistema de Transporte Colectivo (STC) de la capital, además, se dijo que las líneas podían ser ampliadas a demarcaciones pertenecientes al Estado de México.

Cientos de trabajadores participaron en las obras. La ingeniería estuvo a cargo de las compañías Sistema de transporte Metropolitano, S. A.; Societe Generale de traction et d’Exploitations; Sofretransports Urbains, Sofretransports Urbains y el consorcio de ICA.

 

 

Los trabajos de construcción arrancaron el 19 de junio de ese mismo año. La edificación comenzó desde la calzada Ignacio Zaragoza, simultáneamente se trabajaba en la esquina de avenida Chapultepec y Bucareli, desde donde sería erigida la más grande obra pública de la ciudad de México del siglo XX.

Precisamente fue en el bloque de trabajo de Bucareli que el regente de la ciudad en ese momento, Alfonso Corona del Rosal, oprimió el botón que echó a andar la maquinaria como banderazo de salida de las primeras excavaciones del primer tren metropolitano subterráneo del país.

“Los aplausos fueron ahogados por el estruendo que instantáneamente produjeron los taladros al horadar el pavimento”, se puede leer en Excélsior. A partir de ese momento, las siglas del STC comenzaron a abundar en las páginas de este diario de circulación nacional.

La construcción continuó entre inspecciones de autoridades locales, expropiación de predios, cierres viales y algunos inconvenientes con contratistas que entraron en huelga. Las labores avanzaron por varios meses; en enero de 1968 ya se construía la estación Merced. En junio, a falta de un año para su entrada en funcionamiento, se iniciaron labores en la glorieta de Insurgentes, cuyo diámetro oscila los 140 metros.

 

 

Durante la temporada de lluvias, los trabajadores se enfrentaron a diferentes dificultades como los encharcamientos y los embotellamientos por falta de desazolve. A pesar de ello, el avance se dio con menos problemas de los previstos. Conforme avanzaban los trabajos, se anunciaron varias ampliaciones de la línea hasta Tacubaya.

LAS PRIMERAS VISITAS

A principios de 1969, se permitió a los ciudadanos visitar de manera libre las obras. Los casi 500 visitantes pudieron recorrer las vías del metro en un recorrido que duró cuatro horas desde la estación Merced hasta San Lázaro, todavía en proceso de construcción. También se proyectaron documentales sobre los procesos constructivos y se dio una amplia explicación que concluyó en la estación Boulevard Puerto Aéreo.

 

 

A partir del mes de mayo comenzaron a realizarse pruebas de operaciones ya con las instalaciones eléctricas concluidas. Excélsior fue invitado a las pruebas donde pudo constatar la forma de manejo de los trenes, la coordinación del personal, significado de las señalizaciones, así como la apariencia y funcionamiento de cada convoy.

También se tuvo acceso a la torre de control desde donde se coordina el flujo y marcha de los trenes. Gran parte del personal fue capacitado en Francia para conocer los procesos de actuación y seguridad de cada maniobra.

A diferencia de lo que sucede hoy en día, “ningún pasajero podrá llegar corriendo y abordar el tren a la desesperada”. Por otro lado, en un inicio los boletos tuvieron un costo de un peso con veinte centavos por un viaje y un peso por un abono de diez viajes.

 

 

Los primeros días de junio de 1969, se dio acceso por primera vez a los capitalinos a las instalaciones ya terminadas de la estación Chapultepec. Mujeres, niños, jóvenes y ancianos se dieron cita en el lugar donde pudieron conocer un convoy del metro en su interior en un proceso que se conoció como “etapa de educación de los futuros usuarios”.

Unos días después los primeros visitantes abordaron dos trenes en la primera de varias visitas de prueba llamadas “excursiones del metro”. La salida del primer convoy se retrasó por más de una hora; las escaleras eléctricas no pudieron funcionar y la afluencia entró de forma aglutinada. El recorrido se dio por algunas estaciones durante el cual pudo admirarse el diseño de las instalaciones en sus andenes y exteriores como la glorieta de Insurgentes.

Excélsior dio a conocer la noticia exclusiva acerca de la fecha oficial de funcionamiento del metro, “el metro se estrena pasado mañana”, se publicó en este diario.

LA INAUGURACIÓN

Finalmente, después de más de dos años de trabajos ininterrumpidos, el 04 de septiembre se inauguró la línea 1 del metro de la Ciudad de México en su primera fase de construcción. Durante la ceremonia de apertura, el entonces presidente Gustavo Díaz Ordaz ingreso a las instalaciones del tren subterráneo desde la estación Insurgentes.

“Desde hoy 350,000 personas pueden usar la rápida vía subterránea”, se publicó en Excélsior.

En presencia de personal y dirigentes del STC, trabajadores de la obra, técnicos de las compañías francesas, Díaz Ordaz descubrió la placa inaugural en la glorieta Insurgentes, para después cancelar el timbre conmemorativo del nuevo metro. Enseguida se dirigió a presenciar una exposición especial montada en el amplio espacio de la plaza.

 

 

Los directores de Excélsior y Últimas Noticias acompañaron el recorrido en todo momento para no perder detalle. Acompañado de Corona del Rosal, junto con otros funcionarios, el presidente Ordaz fue el primer usuario con boleto en viajar en el metro. Condujo un convoy de la estación Candelaria a San Lázaro, cuyo viaje inaugural dio inicio a las 10 horas.

Se condujo hasta la estación Merced, ahí se detuvo y recorrió las instalaciones de la estación hasta subir a la nave mayor del mercado. Posteriormente volvió a abordar el convoy y se trasladó a la parada de Candelaria, donde también descendió para saludar los curiosos que se encontraban en el lugar. Recorrió la línea hasta Zaragoza en 22 minutos.

Los primeros viajes del metro, ya en funcionamiento, sirvieron para prueba de lo que se venía anunciando: se agotaran los boletos del servicio. Desde temprana hora los capitalinos abarrotaron las estaciones, ya sea para trasladarse a sus trabajos o simplemente para conocer el nuevo transporte que era la sensación del momento.

Los registros periodísticos de Excélsior calcularon que más de medio millón de pasajeros utilizaron el metro tan en su primer día de servicio. Razón por la cual paulatinamente aumentó el número de trenes en toda la línea.

De esta manera, bajo una cromática en color rosa, se inauguró formalmente la línea 1 del STC Metro que en sus inicios contaba con un sistema eléctrico envidiable para otros metros en el mundo; además de su sistema de acceso por medio de boletos; un fácil método de conducción monitoreado a través de una torre de control equipada con tecnología de punta de la época; edecanes en su interior para orientar al público; vigilancia permanente y 120 escaleras eléctricas; aunado a su sistema férreo conducido a través de túneles subterráneos.

Con el paso del tiempo, la también conocida como “línea rosa” fue ampliada en sus tramos de Chapultepec – Juanacatlán, Juanacatlán – Tacubaya, para quedar como se conoce hoy en día de Observatorio a Pantitlán.

“La perforación del subsuelo de la ciudad de México permitió el hallazgo de valiosas piezas arqueológicas, movilizó a centenares de personas en busca de “tesoros enterrados”, despertó la inquietud de los capitalinos y sirvió para mejorar sistemas viales y repavimentación de calles y avenidas”, Excélsior.

 

 

 

 

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