La gráfica de Roger von Gunten: una pintura respirable

- José María Espinasa - Sunday, 26 Sep 2021 00:41 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp
En esta “entusiasta nota”, como lo confiesa su autor, se ponderan las muchas cualidades de la pintura de un destacado miembro de la llamada generación de la ruptura, Roger von Gunten (Zúrich, Suiza, 1933), en su exposición 'Un camino recorrido', actualmente en el Museo Nacional de la Estampa.

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La obra de Roger von Gunten está tocada por la gracia: verla provoca más que un optimismo, una alegría que viene del cuadro y se comunica al cuerpo y la mente de quien lo mira. Se ha dicho de él que es un pintor muy literario, de allí su cercanía con escritores, empezando por su amigo y contemporáneo Juan García Ponce, uno de los primeros en llamar la atención sobre su pintura. Su edad y sensibilidad lo hizo ser parte de la Generación de la ruptura –sus coincidencias son evidentes– desde su llegada a México (1957, había nacido en Zúrich, Suiza, en 1933), y su manera de pintar la naturaleza y el paisaje es particularmente llamativa: sintetiza su condición natural con su lado fantástico sin que haya contradicción alguna. Por eso es natural que se haya pensado en él para hacer la escenografía de La hija de Rapaccini, la ópera de Daniel Catán basada en la pieza teatral de Octavio Paz.

No obstante, los jardines de Von Gunten pueden ser maléficos pero no malditos, ponzoñosos, como se muestra en la obra de Paz. Son un paraíso recobrado a través de la mirada. Su gracia viene de una sabiduría disfrazada de inocencia. Su pintura es uno de esos umbrales entre la abstracción y la figuración; a veces estamos de un lado, a veces del otro, pero en la exposición Un camino recorrido, actualmente en el Museo Nacional de la Estampa, la constante aparición de la figura humana, como si atisbara a quien la mira de entre el follaje que la camufla, es decir la muestra y oculta a un tiempo, nos muestra que ese mismo umbral es el que existe entre la realidad y la fantasía.

Por eso le gustan esos seres fronterizos entre diferentes mundos: la sirena, los pájaros, los insectos. O bien esas flores que son verdaderos milagros en su sencillez. Von Gunten es un maestro en el manejo de las veladuras y las transparencias: sus tonalidades se pueden respirar, se huelen, se siente su evaporación ininterrumpida desde la tela o el papel. Por eso los escritores buscan su compañía en libros objeto o en carpetas, y por eso él acepta esa convivencia, pues la palabra también es volátil como el color y las sensaciones son parte del hecho de estar vivos. Por eso se dice que afortunadamente aún respiramos. Las de Von Gunten son pinturas que se sienten en los pulmones, en los alveolos; la suya es una pintura neumática.

Por eso cuando vemos un cuadro de este pintor tenemos la sensación de entrar en un invernadero, no sólo las formas sino la misma atmósfera se siente en la piel. Es como sumergirse en un río y mirar desde la condición acuática, fluvial, de ese medio: mirar con la piel. Como se verá, para describir mi reacción ante su pintura, más que a un lenguaje reflexivo recurro a uno metafórico, impulsado por el mismo carácter de su estilo. Por ejemplo: ¿cómo comunicar en términos reflexivos esa sensación que se tiene de que hay ojos que nos miran a nosotros desde los cuadros, como en los paisajes reales las luciérnagas en su súbita iluminación buscan decirnos algo en una clave que hemos perdido? Mejor dicho: que no existe, porque todo es transparencia y claridad. Von Gunten es un pintor que se aboca a plasmar la respiración de la luz.

En la exposición que da origen a esta nota está además presente la materialidad. Hay algo en la práctica del grabado en su sentido más amplio que implica un acto físico. La “impresión” adquiere significado más amplio y se acerca a la noción de escritura y publicación. La palabra “impresos” incluye desde periódicos hasta libros y grabados. Una apariencia engañosa de la pintura de Von Gunten es que no requiere de esfuerzo pintarla. Que la condición de inmediatez que transmite se debe a que también para el pintor es inmediata, y no creo que esto sea cierto. En el grabado –en general en todo tipo de estampa– se percibe el trabajo manual, el oficio y en no pocas veces la colaboración con otros, desde quien hace el papel y maneja la prensa hasta el autor de textos. El título de la exposición es significativo: un camino recorrido. Von Gunten tiene ochenta y siete años y sigue pintando –caminado- con una insólita frescura.

No quiero terminar esta entusiasta nota sin una referencia al trabajo que el Museo Nacional de la Estampa está realizando. Es uno de los espacios expositivos más activos en un contexto fuertemente golpeado por la crisis que trajo la pandemia, pero ha aprovechado su vocación, tradicionalmente  considerada más modesta, para mostrase muy propositivo, al aprovechar su acervo y la condición de su vocación. El trabajo que Emilio Payán y su equipo está haciendo es notable. Por ejemplo, la exposición de Von Gunten convive con otra exposición de gráfica, de la artista Carmina Hernández, cuyo trabajo El gesto y la huella, monocromático, contrasta y dialoga con el de Von Gunten. No se pierda ninguna de las dos exposiciones.

 

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